La estatua ecuestre del rey Jaume I en el Parterre
La estatua ecuestre del rey Jaume I en el Parterre
En medio del jardín histórico del Parterre (plaza de Alfonso el Magnánimo) nos encontramos como una estatua que parece que lleva toda la vida acompañándonos y que es el lugar donde finaliza la procesión cívica del 9 d’Octubre, con una ofrenda floral al rey.
La idea de erigir un monumento al rey Jaume I surgió originalmente en el siglo XIX, durante la Renaixença valenciana, que fue un movimiento literario, cultural y social que surgió en lo que había sido históricamente el Reino de Valencia.
El cronista de la ciudad de Valencia, Vicente Boix, ya elogiaba y ponía en valor la figura del monarca en el año 1854, promoviendo su reconocimiento público.
Pocos años después, en 1859, el Ayuntamiento de Valencia envió a la Real Sociedad Económica de Amigos del País una copia de la Memoria para el ensanche de Valencia, solicitando emitiera su parecer sobre este asunto.
Al año siguiente, en 1860 nuestro consistorio realizó un contrato con el escultor valenciano José Piquer y Duart, que fue director de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos en Valencia y autor de la escultura de Flora en el paseo de la Alameda, para la construcción del monumento dedicado a la memoria del rey D. Jaime el Conquistador y que debía colocarse en el centro del Parterre que estaba realizando desde ese año 1860 el arquitecto Sebastián Monleón.
Al final, este primer proyecto, fue tumbado en marzo de 1861 por falta de recursos económicos.
Hubo que esperar al año 1875, cuando un grupo de personas vinculadas con el diario Las Provincias, como su director Teodoro Llorente, Vicente Querol, Juan Navarro Reverter o José Brel, entre otros muchos, propusieron al ayuntamiento levantar un monumento dedicado a Jaume I, con motivo del próximo 600 aniversario de la muerte de Jaime I al año siguiente, en 1876.
De esta manera, el ayuntamiento recogió el guante y en la sesión municipal del 22 de noviembre de 1875, se acordó crear de una Junta gestora, que vio la luz en febrero de 1876, y que estaría bajo el patronato del Municipio. Todo ello para llevar adelante este ambicioso proyecto.
Pero las cosas de palacio, van muy despacio. Y una vez puesta en marcha esta junta, se encargaría de todo lo relativo a la celebración del sexto centenario del fallecimiento del rey (1276-1876) así como de la erección del monumento. El 22 de febrero de 1876 se acordó que el monumento sería una estatua ecuestre de Jaume I, fundida en bronce, y cuyo coste se calculó entre 75.000 y 100.000 ptas. y el 13 de junio de 1876 se constituía la Junta erectora del Monumento, con comisiones y subcomisiones para recaudar fondos en la Feria de Julio celebrada en la Alameda.
Con estos primeros fondos conseguidos en 1876 y 1877, que fueron de casi catorce mil pesetas esta Junta erectora del Monumento del Rey D. Jaime comunicó el 1 de julio de 1878 que iba a comenzar las obras para levantar el pedestal en la plaza que, por aquellos años, se denominaba del príncipe Alfonso. Y encargaron la obra de este pedestal al arquitecto municipal Constantino Marzo. Una obra que tendría en sus lados menores el escudo de la antigua Corona de Aragón, en la parte de delante, y el de la ciudad de Valencia, en la parte de detrás; y en los laterales, la dedicatoria en sendas inscripciones sobre plancha de bronce.
Una vez que tuvieron claro el pedestal, la idea de la Junta de que la obra fuera realizada por algún escultor valenciano o que hubiera estudiado en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Pero la idea no cuajó porque no se ajustaba a las condiciones requeridas y al final tuvieron que acudir a dos escultores de fuera, cuestión que generó una acalorada polémica en la prensa de la época.
Así que el 7 de octubre de 1882 que la Junta encargó a los escultores Venancio y Agapito Vallmitjana Barbany, de Barcelona, la construcción de la estatua ecuestre del Rey D. Jaime. Y 20 días después, el 27 de octubre de 1882, José María Sales, alcalde de Valencia, y, por tanto, el presidente de esta Junta erectora, firmó la escritura de convenio con Agapito Vallmitjana, porque su hermano Venancio había renunciado a este encargo.
El escultor se comprometió a entregar la estatua, construida en madera, vez y media mayor que del natural, lista para su fundición, en el plazo de dos años desde la firma del contrato y se acordó pagarle 50.000 pesetas por ello. Finalmente, el 20 de abril de 1886, Agapito Vallmitjana entregó la estatua ecuestre del rey. Pero la escultura todavía tardaría en llegar a la ciudad, a la espera de que se decidiera donde fundirse.
Pero primero de todo había que obtener la materia prima, el bronce. Y la Junta erectora del monumento tuvo que solicitar al Gobierno Central, por mediación del valenciano Álvaro Navarro Reverter, que era diputado a Cortes, diversas piezas de artillería al objeto de disponer del metal necesario para fundir la estatua.
Por Real Orden de 10 de julio de 1886 el Ministerio de la Guerra accedía a la demanda y por otra R. O. de 14 de enero de 1887, se dio orden de entrega de cinco cañones y un obús que se hallaban en el castillo de Peñíscola. Un total de quince toneladas.
Así que el 22 de enero una comisión de la junta se personaba en la fortaleza y por vía ferroviaria las piezas llegaron a Valencia el 27 de enero, quedando depositadas en los talleres de fundición de La Maquinista Valenciana, que fue la empresa que presentó la oferta más ventajosa y a la que se adjudicó el concurso abierto a industriales españoles para la fundición de la estatua.
Y el 24 de marzo de 1887 la Junta del monumento al Rey D. Jaime aprobaba el convenio a celebrar con Climent y Alcalá, razón social de La Maquinista Valenciana. Pero problemas de liquidez en el Consistorio, que costeaba la fundición, retrasaron en más de un año la firma del oportuno contrato, hasta el de julio de 1888. Se pagó 30.000 pesetas por el moldeado, fundición, armado, traslación y colocación sobre el pedestal y aparte se les pagó por los gastos ocasionados de traer el modelo de Barcelona.
Los problemas técnicos fueron incalculables, con un peso final de la estatua de 11.500 kilogramos. Así que el plazo de entre ocho a diez meses que se había estimado a lo sumo, se convirtió en dos largos años y medio. Y finalmente, el 28 de noviembre de 1890, la Junta erectora del Monumento al Rey D. Jaime, con la aprobación del escultor Vallmitjana, daba por recibida la estatua, cuyo “trabajo de fundición es perfecto y reúne condiciones que verdaderamente honrarán la industria valenciana”.
Su traslado fue también una auténtica odisea. La escultura ecuestre salió las nueve de la noche del 31 de diciembre de 1890 desde los talleres de La Maquinista Valenciana, situada en la calle que hoy es Matemático Marzal.
Durante cinco largas horas, en un complicado y lento avanzar, la estatua de Jaime I a caballo recorrió las calles de Valencia en su traslado hasta la plaza de la Aduana. Un traslado que se convirtió en una fiesta excepcional aquella nochevieja.
La estatua, sujeta a una plataforma, fue arrastrada por un rulo de vapor que acondicionaba el camino. Estaba colocada de tal que parecía que Jaume I saludara a todos cuantos se congregaban a su paso. A las dos de la madrugada, finalmente, llegaba la estatua junto al pedestal.
Y el rey Jaume I, montado en su caballo, permaneció allí hasta el 12 de enero de 1891, cuando fue colocado sobre el pedestal en presencia de la Junta, que presidía el alcalde D. José Sanchis Pertegás, y numerosos asistentes.
Pero la inauguración oficial del monumento no tuvo lugar hasta el 20 de julio de 1891. El monumento erigido a la memoria del Rey Jaime I de Aragón se inauguraba el primer día de la Feria de Julio de aquel año, celebrándose una gran manifestación pública. Culminaba así el proyecto iniciado quince años atrás.
El monumento sería objeto, con el tiempo, de dos propuestas de traslado. La primera tenía lugar en 1926, fecha en que la apertura de la gran plaza circular del Marqués de Estella, entre La Glorieta y la avenida Navarro Reverter.
La segunda propuesta de traslado, también desestimada, surgiría tras la riada que asoló Valencia en septiembre de 1957.
A principios de la década de los sesenta la Comisión de Cultura proponía la restauración del monumento, determinándose la sustitución del pedestal original dado el estado de descomposición en que se encontraba la piedra “almorquí” de que estaba hecho. El arquitecto municipal Carlos Soler proyectó el nuevo pedestal que hoy existe, en piedra de Borriol, elevado sobre un zócalo compuesto por dos gradas. Y así se hizo. Esta vez, rey y corcel fueron desmontados, y sobre el nuevo pedestal, volvieron a su sitio en el jardín de El Parterre, donde, según quedó escrito en la lejana época de su erección, “debe quedar para siempre”.
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